En una declaración apasionada y reveladora que está sacudiendo el mundo del baloncesto femenil, Angel Reese anunció que podría retirarse anticipadamente de la WNBA si la liga no toma medidas sobre su estructura salarial. Conocida por su energía en la cancha y su enorme popularidad fuera de ella, la exjugadora estrella de LSU, de tan solo 22 años, lanzó esta contundente advertencia tras un reciente juego de pretemporada.
Reese expresó su frustración por lo que calificó como un patrón constante de sueldos injustos hacia las mujeres en el deporte profesional, dejando en claro que el amor por el juego no será suficiente para mantenerla en la liga bajo las condiciones actuales.
“Estoy harta de conformarme con las sobras,” declaró Reese con firmeza durante la conferencia de prensa posterior al partido. “Le he dado todo a este deporte, pero me niego a poner en riesgo mi salud y mi futuro por menos de lo que merezco.”
Sus palabras, aunque cargadas de emoción, reflejan una dura realidad comercial: Reese se ha convertido en una marca altamente rentable gracias a su presencia en redes sociales y múltiples acuerdos publicitarios. De hecho, ya gana más fuera de la cancha que la mayoría de las jugadoras novatas de la WNBA durante toda la temporada.
Su declaración expone un problema creciente: la estructura financiera de la liga ya no está alineada con la visibilidad y el valor comercial que sus atletas están generando en la actualidad.
La desigualdad entre atletas hombres y mujeres ha sido un tema de debate desde hace años, pero la voz de Reese le ha dado una urgencia renovada a la conversación. Las jugadoras de la WNBA ganan muchísimo menos que sus contrapartes en la NBA, incluso los mejores sueldos apenas alcanzan los 250 mil dólares al año, una cifra que queda opacada por completo frente a los contratos mínimos en la NBA.
Como consecuencia, muchas estrellas del baloncesto femenil han tenido que jugar en el extranjero durante la temporada baja para poder mantenerse económicamente, una decisión que pone en riesgo su salud y les impide descansar adecuadamente.
Las declaraciones de Reese forman parte de una exigencia colectiva por el progreso y la dignidad profesional, no solo para ella, sino para todas las atletas cuyo esfuerzo sigue siendo subvalorado.
Uniéndose a la conversación, Caitlin Clark—la selección número uno del draft de la WNBA y otra de las estrellas emergentes—expresó su apoyo a Angel Reese. Aunque no lanzó una amenaza de retiro como su compañera, Clark subrayó que el problema va mucho más allá de jugadoras individuales.
“Angel está diciendo lo que muchas hemos sentido durante años,” declaró Clark ante los medios.
“Somos una generación que está lista para desafiar al sistema. Esto no se trata solo de nosotras; se trata de asegurar que cada niña que crece soñando con el deporte profesional sepa que puede tener un futuro sin vivir al día.”
La respuesta del público ha sido abrumadora. Aficionados, celebridades e incluso grandes figuras del deporte como LeBron James han alzado la voz, exigiendo que la WNBA esté a la altura del momento y reconozca el valor que estas nuevas estrellas están generando.
Aunque las autoridades de la liga aún no han emitido un comunicado oficial, diversos reportes indican que ya se está considerando una reevaluación de las estructuras salariales y la distribución de ingresos.
A medida que jugadoras como Reese y Clark siguen rompiendo récords y redefiniendo el baloncesto femenil, una cosa es clara:
La WNBA está en una encrucijada. O evoluciona, o corre el riesgo de perder a los mismos talentos que están llevando a la liga a nuevas alturas.